Muchas flores arrancó, unas más bonitas que otras, algunas con más gusto y otras sin querer, otras las tiraba al verlas feas de cerca. Es una sola la flor que se mantenía viva ante las demás, la que desprendía el mejor olor.
Besó a muchos. Besó a muchos, pero sólo uno conseguía estremecerle incluso de lejos. Sólo uno le hacía morir y renacer. Solamente aquella mirada era en la que veía el mundo. Creía que eran los ojos más hermosos a los que había mirado jamás. Y los labios más jugosos, labios de los que tanta ansia tenía, ni los vampiros por un buen cuello llegaban a tal punto. Su sed por ellos era tan fuerte que necesitaba beber de otros para no desidratarse mientras perseguía los suyos, pero no sabían igual, ni se acercaban. Maldita la hora en la que los miró, maldita música, maldita lucha y maldita mente que nunca se follaría, a pesar de desearlo. Nunca. Nunca. Cada nunca era un martillazo al corazón, intentaba romper la esperanza que sabía que no tendría. Anhelaba estar acurrucada entre sus brazos. Pero acabó, bastó con un "mientras" como cómplice del culpable "adiós". Se había ido.
Besó a muchos. Besó a muchos, pero sólo uno conseguía estremecerle incluso de lejos. Sólo uno le hacía morir y renacer. Solamente aquella mirada era en la que veía el mundo. Creía que eran los ojos más hermosos a los que había mirado jamás. Y los labios más jugosos, labios de los que tanta ansia tenía, ni los vampiros por un buen cuello llegaban a tal punto. Su sed por ellos era tan fuerte que necesitaba beber de otros para no desidratarse mientras perseguía los suyos, pero no sabían igual, ni se acercaban. Maldita la hora en la que los miró, maldita música, maldita lucha y maldita mente que nunca se follaría, a pesar de desearlo. Nunca. Nunca. Cada nunca era un martillazo al corazón, intentaba romper la esperanza que sabía que no tendría. Anhelaba estar acurrucada entre sus brazos. Pero acabó, bastó con un "mientras" como cómplice del culpable "adiós". Se había ido.
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