Hay abrazos que se echan de menos cuando los pierdes.
Pasa el tiempo, los necesitas.
Ya no hay nada que te riegue, te vas marchitando poco a poco porque te falta el agua que cubría las heridas.
Cuando recuperas esos abrazos, se llena de flores todo tu desierto, crecen por todas partes, las diferentes heridas ya apenas se ven, siguen doliendo, pero el olor ameniza el dolor.
Esos abrazos provocan paz, tranquilidad y serenidad. Te quedarías a vivir en ellos. Deseas que fuesen tu hogar.
Pero no, no puedes. Por eso disfrutas el instante en el que se producen, porque son eso, instantes. Pequeños instantes que sanan largos periodos.
Sientes que en ellos puedes pensar, susurrar y gritar: libertad.
Cierras los ojos y notas tu piel erizada a causa de la suave brisa que atraviesa tu alma.
Te trasladas a la vieja Rusia y sus victorias.
Esos abrazos te fortalecen, con todo puedes, pero soltarle debes.
Ya solo queda procurar no volver a perderlos, a perderle.
domingo, 31 de enero de 2016
Abrazos.
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