domingo, 18 de febrero de 2018

Reconstruyéndome

Fue tu forma de mirarme y tu sonrisa que volvieron a hacerme volar cuando ya no recordaba cómo era desplegar las alas. Fue tu abrazo enorme que me atravesó como un fantasma. Comencé entonces a verte como no lo había hecho antes, tan diferente que evitaba pensarlo.

Pero sin quererlo, un día me protegiste de mis pesadillas y dejaste marca en mi conciencia. Ya cada vez que te acercabas era inevitable no sentirme una astronauta pisando la luna, porque allí me llevas, lejos de la Tierra. Ya tengo mi nacionalidad en Marte y la culpa la tienen tus caricias.

Que el olor de tus abrazos se pega a mi ropa y me acompaña hasta que no me queda más remedio que desvestirme para ir a la cama y soñarte.

Cada lunes me levanto impaciente de que llegue nuestro domingo, sí, nuestro. Días en los que noto la proximidad de tus labios y tiemblo, pero el choque nunca llega, no los alcanzo, y mis ganas de besarte aumentan más y más, ¡que me estoy obsesionando con morderte!

Ahora tu perfume ha quedado impregnado en mi cama y no me quiero dormir. Me mantengo en mis pensamientos sobre la rareza de esto que nos está pasando o, al menos, me está pasando a mí, que no consigo dejar de pensarte.

Siento cómo se van formando de nuevo dos medios círculos y un triángulo en el lado izquierdo de mi pecho, estaban a pedazos. Y tengo pánico de que se vuelvan a romper porque la caída es uno de los peores dolores que he sentido nunca.

Pero ya no sé qué hacer para frenar la reconstrucción y no quiero, pues tu forma de salvarme me llena de vida y me llena, a secas.

Dices que te gusta mi poesía y, aunque yo no hago poesía, estas  palabras son para ti que has llegado sin esperarte pese a que ya estabas aquí. Tengo miedo. Tengo ganas. ¿Te tengo?

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