Me volví una yonqui de tus besos, adicta a tu sonrisa, sobredosis de felicidad cuando ríes, enganchada a nuestras conversaciones en las que desnudamos nuestras almas sin prisa.
Me falta tiempo en el mundo para estar contigo pues siempre tienes que irte demasiado pronto, me quedo mirando hasta que desapareces de mi vista y solo cuando vuelves, se me pasa el llanto.
He abierto mi casa para que también sea la tuya, como muestra de que quiero compartir todo lo mío contigo, dejando mi espacio de amor propio y que todo fluya.
Ahora tardas en volver y me mata el síndrome de abstinencia, me falta la respiración a ratos y se me encogen todos los músculos por tu ausencia.
Siento cómo me falta un órgano vital y maldigo esta jodida dependencia emocional.
Los pájaros me hablan en tu contra, pero el viento siempre me arrastra hasta tu veneno, no me importan las tormentas si al final me calmas, déjame arder de nuevo en tu infierno.
Me importas tú con tus balas clavadas para que me dejes extirparlas y abrazarte mientras gritas, curarnos los dolores mutuamente y dejarnos de trabas.
Reconstruyámonos o acabaremos mantándonos.
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Ojalá pienses en mí
como yo lo hago en ti
con cada brisa
lágrima o risa.
Se secan los campos
se pudre mi alma
en estos tiempos soleados
que se han llevado la calma.
Asomó una rama en el geranio
que hizo brotar esperanza
y desapareció sin más tardanza
lo que de nuevo trajo mi insomnio.
Llévame a tu infierno,
te lo pido,
que soy adicta al fuego
y pegada a tu cuerpo sobrevivo.