Me di cuenta de que me hacías volar como la brisa a las hojas de los árboles, la que acaricia los cuerpos mientras pasean, que tus caricias me decían que estarías a mi lado (en la lucha) y que sacabas mis alas con cada fonema que salía de tu boca; que cuando me abrazabas, sabía que esos mismos brazos me ayudarían a levantarme si alguna vez la debilidad me aborda; que hacerte el amor era como estar gritándo(le a la) libertad para después despertar sobre tu pecho y sentirme así, libre.
Me di cuenta a tiempo para disfrutar de mi risa, la risa que me provocabas, de tu risa; risas que sonaban tan fuerte como nuestros gritos (de lujuria) que rompían uno por uno cada eslabón de la cadena que esclaviza al mundo.
Me di cuenta de que podía ser sin ti, pero quería ser contigo; con tu sabor y tu olor a revolución; revolución que llegará y en la que, estoy segura, de que encontraré tu espalda cuando necesite cubrir la mía.
Me di cuenta de que podría fugarme contigo al fin del mundo o quedarnos en nuestro rincón, rodeadxs de naturaleza y que, mientras nos besamos, flote el parque entero; porque la poesía es menos poesía si no te brillan los ojos.
Me di cuenta de que estaba erizada mientras (te) escribía, y es que no sólo me haces volar a mí, sino que también vuela mi piel.
Me di cuenta, y gracias a que me di cuenta, ahora te siento aún más fuerte, sin miedo, despertando en cada instante.
No sé, no sé cuantas palabras podremos decirnos, querremos decirnos, mientras tanto, no dejes de impulsarme, impúlsame muy alto; ayúdame a matar los fantasmas de mi pecho, a liberarme.
Y por si se te (me) olvida(s), recuerda que en algún momento llegaste para hacerme experimentar cosas hermosas y lo conseguiste, camarada, compañero, recuerda que te quise, que te quiero.